El whisky, amigo mio, es como ese aliento desesperado que pide compañía que me sale por la garganta. A ambos los trago con fiereza y tiempo después salen fuerte por todos los poros de mi piel.
Juventud, divino tesoro, menores empezando a desentonar a eso de las dos cuando yo a su edad desconocía los placeres de salir a cerrar.
Rockatansky no volvió por ser buena persona, simplemente estaba en la pura mierda. Tú no, aún te ves incapaz de profesar una puta disculpa.
Los vaivenes me llevan a placeres de un metro sesenta y a verme con otros ojos desde fuera. Yo no soy buena persona, ni inteligente, ni educado, ni valiente. Ni nada.
Aún así salgo, salgo y te siento como un disco rallado. Sudando y volviendo a la manga corta mientras mis piernas intentan que no se les suban los gemelos, y un concierto y otro concierto y nada.
Salir a la calle y no por el paseo, sino por la efímera compañía de unos bonitos recuerdos. Agachar la cabeza entre cócteles que andan y a duras penas se mantienen de pie y subirla para que los ojos de alguna dama me puedan enfocar. Hace años que los ojos de cualquiera parecen desconocer el término distancia focal y el objetivo exacto para poderme vislumbrar.
Me acostaba con cientos, miles y con suerte llegaré a la decena. Va quedando menos, tiempo mayormente.
Y llega el lunes, y el martes y los barracones. Nunca seremos estrellas ni levantaré un premio, mientras mis padres me ven desde el sofá, con esta actitud de mierda. Mi mayor deseo es poderlo dedicar. A ti, sí ¿A quién coño entonces?
Tiempo de cambio. La marca personal de un desecho es su impulso. Mendicidad y descaro ante la competencia, todo en uno. Sonrisas, lágrimas, felaciones, coacciones y miradas. Sólo miradas. Putas miradas.
Voy a tatuar en mi cabeza deja de mirarme, justo al lado Wolf Alice mientras suena Siniestro Total y tú me haces la enésima llamada pérdida. El puto estado del bienestar, llevo soñando con este desde que cumplí los trece años y me hizo caso una tía. Más lista, más todo y encima única.
Rockatansky no volvió por ser buena persona, simplemente estaba en la pura mierda. Tú no, aún te ves incapaz de profesar una puta disculpa.
Los vaivenes me llevan a placeres de un metro sesenta y a verme con otros ojos desde fuera. Yo no soy buena persona, ni inteligente, ni educado, ni valiente. Ni nada.
Aún así salgo, salgo y te siento como un disco rallado. Sudando y volviendo a la manga corta mientras mis piernas intentan que no se les suban los gemelos, y un concierto y otro concierto y nada.
Salir a la calle y no por el paseo, sino por la efímera compañía de unos bonitos recuerdos. Agachar la cabeza entre cócteles que andan y a duras penas se mantienen de pie y subirla para que los ojos de alguna dama me puedan enfocar. Hace años que los ojos de cualquiera parecen desconocer el término distancia focal y el objetivo exacto para poderme vislumbrar.
Me acostaba con cientos, miles y con suerte llegaré a la decena. Va quedando menos, tiempo mayormente.
Y llega el lunes, y el martes y los barracones. Nunca seremos estrellas ni levantaré un premio, mientras mis padres me ven desde el sofá, con esta actitud de mierda. Mi mayor deseo es poderlo dedicar. A ti, sí ¿A quién coño entonces?
Tiempo de cambio. La marca personal de un desecho es su impulso. Mendicidad y descaro ante la competencia, todo en uno. Sonrisas, lágrimas, felaciones, coacciones y miradas. Sólo miradas. Putas miradas.
Voy a tatuar en mi cabeza deja de mirarme, justo al lado Wolf Alice mientras suena Siniestro Total y tú me haces la enésima llamada pérdida. El puto estado del bienestar, llevo soñando con este desde que cumplí los trece años y me hizo caso una tía. Más lista, más todo y encima única.
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