jueves, 28 de marzo de 2013

Sweet Hangover



Otra mañana de resaca, estoy inspirado. Soy un alcohólico aceptado por la sociedad que me aconseja, una y otra vez, beber para ser mejor persona, estar más completo. Y bueno además es que me gusta.

Me despierta el sonido de los gritos que salen de fuera de mi habitación. Dos sujetos de diferente sexo se recriminan acciones u otras tonterías que hayan podido molestar a alguna de las dos partes. Amor lo llaman.

Este mes me he propuesto una cosa : SER UN HIJO DE PUTA.
Ser un cabrón, mamonazo, un tipo malintencionado, malévolo, canalla, sinvergüenza y vil para sentirme parte de la chusma, parece que les va tan bien que lo quiero probar. Desconozco los motivos, las aspiraciones y las acciones que llevar a cabo para mi propósito pero de vez en cuando mola mucho más asustar que contentar.

Los gritos cesan, no se oye nada más que el sonido de un beso. En los labios supongo. Amor lo siguen llamando.

Con mi camiseta y mis pantalones holgados busco una postura adecuada con la que seguir durmiendo, me duele la cabeza asique decido levantarme. Me arrepiento al segundo de haberlo hecho, creo que vomito pero mi cuerpo al final opta por no hacerlo. Vuelvo tras unos minutos a mi habitación, subo la persiana, pongo el disco Let´s Dance de Bowie y me acuesto.

Es increíble la de tonterías que puede hacer una persona cuando va ebria, pienso en esto mientras inspecciono las fotos de mi móvil. Sonrisas, morros, posturas forzadas y alguien que se pasó con la cerveza. Hay más en tuiter, me meto a curiosear. Amigos, gente guapa, algún tipo famoso y bufones.  Sigo en tuiter y considero que todo si se lee con la entonación adecuada parece poesía. Llego a un tuit que yo nunca habría podido firmar "Quiero que seas feliz aunque no sea conmigo".

Me aburre la música y el móvil unos minutos después. El disco de Bowie dura exactamente treinta y nueve minutos y cuarenta y ocho segundos. Se me clava cada última nota de la canción Shake It en la cabeza, me hubiera gustado vivir la década de los 80's. Apago la microcadena, permanezco sentado en la cama y escondo la cabeza entre las manos. Pienso en las teorías de mis amigos y mías sobre las mujeres en general o en particular, cada cual más retorcida que la anterior.

Los gritos empiezan a sonar en mi casa, otra vez. Son más fuertes e intensos. Estoy en una de esas malas rachas que parece que no acaban nunca, la mía dura bastante. Sueño con irme a tomar por culo, escapar y no volver mas que para saludar. Pienso si alguien, alguna vez, está bien del todo.

Una mañana dura, estoy fatal. Una tarde desconocida que no me apetece vivir y una noche en la que no sé si podré salir a beber. La falta de inciativa me lleva siempre a realizar la tarea más inservible, no suelo tener golpes de suerte. ¡Qué cojones! Nunca en mi vida tuve verdaderamente uno.