jueves, 8 de enero de 2015

V

Tus ojos me matan y resucitan al tiempo que admiras con asombro lo poco que avanzo en mi mediocridad. Eres enorme, yo enano, y sólo el fluorescente es testigo de otro desengaño.

La suavidad de mis movimientos no es obstáculo para tu abultada experiencia, juegas en otra liga.

La suerte, el azar o la condición humana no podrán juntarnos aunque tu cuerpo pida ritmo sexual ante la desgana.

Me acompaña puntualmente el efímero valor, propio de la desesperación, en una cruzada que nunca será ganada y que tan solo por estas pobres líneas se verá anhelada.