sábado, 28 de junio de 2014

La Vida A Veces

Me ha dicho que no, ahora le importa su futuro y salgo a la calle con los de siempre dispuesto a sufrir como nunca. Lo de ponerse guapo parece que carece de sentido si no vas a verla pero aún así me retoco el tupé mirándome en el espejo del ascensor. Estamos en la calle, comenzamos.
Camino con dos de mis chicos, nunca han coincidido esto es nuevo para ambos y yo tengo que hacer de eje de la agrupación. Sigo pensando en ella, mierda. Caminamos y ellos profesan que esta noche podría ser nuestra pero yo creo que Murcia esta noche no puede invitarme a nada, ni debería. No soy de los que follan  sólo con una copa.

Pasé de un plan para acabar en otro, llevaba tiempo sin ver al fucker. ¿Sabeis? Es ese colega al que deja su novia y decide, de manera irreprochable, tirarse a todo lo que se mueva. Bravo. Le admiro, yo no podría pero sé que el tercero que está a mi derecha se ve cada vez más inferior ante este pues él no puede aún queriendo. Idiota.

Cambiamos, ahora me muevo entre héroes caídos y princesas de muy dudosa categoría. La literatura es un tema prohibido, la música aquí no tiene público y el cine es el arte de Mario Casas. ¿Dónde estoy? Ah ya, en mi grupo. Ese grupo que ya tenía antes de que me saliera la barba. Sin embargo, entre tanto aburrimiento y conversaciones vacías que llegan desde el índice de masa corporal a las quejas de una vida acomodada, encuentro entre ellos una cara nueva, hermosa, atrayente e imperfecta. Esa tía está loca me dijeron poco antes de sentarme, pues me fascina. Quisiera conocer sus procesos mentales, sus aspiraciones y sus traumas. Además de tirarmela si no es mucha molestia. ¿Otra cerveza? Sí, forcemos las cosas.

Tras abandonar el puesto de mando después de la insistencia habitual del camarero, salimos del lugar donde nos habíamos hecho fuertes. Y nuestros looks veraniegos se pasean por la plaza buscando un destino. Somos catálogos de la mejores marcas, somos modernidad, somos estilos y somos fachada. No salgo en las fotos. Ella se va, y aún cuando sus ojos me atraviesan recuerdo el tiempo en que la pretendía pues no hubo suerte. También se va la mirada profunda, la voz ajetreada y el gesto nervioso de la chica loca. Pese a tener ya la misma impresión que el resto ella todavía me fascina, seguro que detrás hay una buena historia. Necesito una buena historia.

En el chino de la esquina recurrimos a la habitual negociación para sacar algo de alcohol del local. Tengo un colega que debería trabajar en la ONU, no quería vendernos nada pero salimos de allí con tres litros. Es bueno, el mejor en realidad.

Nos establecemos y seguimos bebiendo que es para lo que estamos en la calle, no para hablar de cosas importantes o planear algo interesante. A pocos les interesa eso aquí, y que yo participe supongo que a nadie.

La echo de menos, y empiezo a pensar que he salido para nada. Sus bromas, sus chistes o sus anécdotas me parecen fallidas, innecesarias y aburridas a partes iguales. Me río sin ganas. Debí irme antes pero se alarga mi estancia hasta poco antes de que salga el sol, a fin de cuentas es viernes y yo soy joven. O eso me parece al mirarme al espejo.

Me encantaría desaparecer, pero no con ellos. Me molaría escapar pero llevando sólo una maleta. Me gustaría morir sólo en sus cabezas, y que mi imagen se asocie con la ausencia. Sólo esta noche, mañana les volveré a llamar.

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