martes, 5 de agosto de 2014

Ayer advertí que puedo estar sin ti

Acostado en la cama recuerdo los días gloriosos. Recuerdo ser idiota y feliz, sin valorarlo.

Y es que las mentiras ocultan dolorosas verdades, los silencios inexistentes confesiones y los suspiros besos no consumados.

No eras el motor de mis escombros, pero no puedo dejar que andes por ahí haciendo volar a otro.

Ese otro ponía su oreja cuando yo necesitaba soltar mi lengua, ese otro encendía velas cuando yo necesitaba vislumbrar el camino, pero ese otro me prendió fuego cuando empezaba a andar sólo.

La entereza y el estoicismo con el que soporté traiciones en el pasado se fueron, veranearon, y sólo en la confesión me dejaron.

Con la velocidad veo desaparecer a los árboles, no a mis recuerdos ni a mis inquietudes. El tiempo los curará.

Pasan mil días y parece que dejo de sentiros por aquí, parece que vuelvo a vivir. Abro de nuevo mis putos ojos.

Ayer advertí que puedo estar sin ti, y que mi ignorancia llega hasta el presente. Vete con otro, y prometeme que serás muy feliz.

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